Por Infranich
Terminó finalmente el campeonato God Level mundial por equipos y el team Perú fue el justo ganador de este mini maratón de enfrentamientos que nos tuvieron tres semanas en vilo. La propuesta de pensar un mundial de países supone agregar una novedad al género batallas, pues, si bien los MCs suelen representar su suelo, la idea de selección pone en primer lugar la noción de identidad colectiva y, a su vez, un modo de verlas y vivirlas más cerca de la emoción, a la posibilidad de formar parte de alguno de esos colectivos nacionales. Así, lo nacional como sentimiento nos lleva a un costado épico de pertenencia que hace que los espectadores se sientan parte de sus equipos.
Este condimento especial, sumado al actual éxito masivo de las batallas, trajo toda una serie de discusiones y polémicas, pues: ¿Cómo funciona la localía cuando el público pertenece a una parcialidad en un campeonato de naciones? El cronograma de las disputas en tres escenarios pareció balancear lo emotivo con lo deportivo; a pesar de este intento, realmente ¿No favoreció a los equipos anfitriones? Que haya coincidido los campeones de cada fecha con las sedes parece responder afirmativamente. En este sentido, Perú también -siguiendo esta lógica- salió campeón es su propio suelo; sin embargo, el equipo formado por Nekroos, Jaze y Choque demostró que estaba un paso por delante del resto desde la primera fecha.
Si ponemos el foco en el resto de las selecciones veremos rendimientos menos equilibrados durante el devenir. En este sentido, Argentina fue de menor a mayor; México y Chile se hicieron fuertes de local pero tuvieron la dificultad de que se eliminaron en primera ronda: una vez uno y otra vez el otro. España también tuvo buenas y malas, y entre estas últimas, la de elegir a Perú en la segunda jornada, estrategia que hubiera sido afortunada para campeonar; si, y solo si, no se hubiera encontrado a la mejor versión de los peruanos. Latam -el equipo improvisado con Cacha, Acertijo y Dominic– sorprendieron en la segunda noche y, por último, Venezuela y el team Caribe no pudieron afianzarse en ninguna de las fechas.
Lo sobresaliente de Perú como equipo fue la capacidad que tuvieron sus integrantes de ensamblarse en una esfera grupal, logrando una sensación orgánica y plural ante otros equipos que parecían más la suma de nombres que la confección de un conjunto. En este sentido, el acoplamiento y no la sola yuxtaposición fueron la marca distintiva de los peruanos, tanto es así, que el golpe que más vamos a recordar de estas fechas supone una técnica coral (“nos van a ganar”, “nos van a ganar”, “nos van a ganar”) en la cual no sólo la voz (casi un canon) sino también la puesta en escena (preguntas retóricas y expresiones corporales) cristalizaron esta noción de que en este torneo importan más el todo que las partes.
Un detalle teórico muy interesante tiene que ver con la idea del funcionamiento del todo como noción; o dicho de otro modo, el de las máquinas ensambladas, en este caso, los equipos. Pues, nunca el todo es la suma de las partes sino algo nuevo, distinto, que puede ser más o menos pero nunca el resultado de una suma. En este sentido, la escritora Mary Shelley imaginó un relato en la cual un hombre intentaba hacer un hombre con las mejores partes de otros hombres muertos y el resultado fue Frankenstein: un monstruo horrible y vengativo que no podía aprovechar el brazo del atleta, ni el cerebro del científico, ni la sensibilidad del músico; características que sí tenían las partes cuando pertenecían a los cuerpos muertos.
Aprovechando varios aspectos de los que venimos desarrollando, los peruanos se nombraban a sí mismos como colectivo, renunciaban parcialmente a lo individual, y enunciaban sus ataques en primera del plural. Si en otras batallas veíamos como en muchas oportunidades los ataques y defensas se dispersaban en golpes parcializados -un ejemplo de esto fue las acusaciones a Wos de falso campeón dada en el enfrentamiento Argentina y México-; los peruanos, en cambio, buscaban mantener la cohesión. A nivel técnico también encontraron un modo de elaborar golpes de manera colectiva.
————————-A MC uno
————————-A MC dos
————————-A MC tres
————————-A MC uno
Estructura de ensamble que utilizaban para realizar los punchlines, por un lado, manteniendo la rima consonante, por el otro, distribuyéndose los turnos de intervención.
En este sentido, utilizaban una estructura de múltiplos que les permitía ensamblar sus ataques a partir de mantener una misma terminación. Así, un primer gallo empezaba la estructura, los otros dos agregaban un patrón siguiendo la rima y, finalmente, el primero -que ya sabía el remate desde el principio- cerraba la el golpe.
Volviendo al devenir de polémicas, la primera jornada en México abrió toda una discusión en relación al papel del público y su influencia en los resultados en una jornada en la que el grito del público detenía una y otra vez el devenir normal de un enfrentamiento; a su vez, el incidente de la super saiyajin puso sobre la mesa la cuestión de las posibles escritas en el freestyle. La segunda, en Chile, pareció una respuesta del movimiento al ansioso nuevo público: la programación del tiempo -casi seis horas y media- hizo que los espectadores tuvieran que esperar y escuchar a figuras de la vieja escuela entre batalla y batalla. La última, en Perú, pareció la más equilibrada de las tres, una síntesis de las anteriores. En esta, desde un inicio, El Misionero habló de la importancia del papel del público en este tipo de enfrentamientos, y estos, parecieron responder adecuadamente. Tanto fue así, que el equipo local tuvo que sobrellevar varias réplicas para consagrarse campeón.
En esta dirección, el equipo local tuvo que esforzarse el doble en su propio suelo y, a pesar de esto, pareció brillar mucho menos de lo que lo había hecho tanto en México como en Chile, donde perdió contra los países organizadores. Países que -me gusta decirlos subrayado- obviamente ganaron los torneos correspondientes. Digo “obviamente” porque intento preguntarme si acaso no tenemos naturalizado que el local tenga esa ventaja. En este sentido, nuestra doble moral interna nos hace cuestionar, y a su vez avalar, este tipo de premisas. Lo interesante es que el team Perú se consagró campeón antes de la final. En este sentido, si lo que pasó el domingo en su tierra fue la consagración, la legitimidad del título la consiguieron previamente y de visitante.
Como conclusión, creo, Perú fue un campeón indiscutido en un campeonato en el que sucedieron y se discutieron muchas cosas: por un lado ¿es justo que un campeón lo sea en su tierra? ¿Es posible penalizar las presuntas escritas? ¿Qué valor tienen?¿Tienen el mismo valor que los ataques improvisados?; y por el otro ¿Qué sucede con los valores del hip hop? Cuándo las batallas entran en un circuito masivo ¿El show desvirtúa lo deportivo? Y la lista de preguntas sigue en un periodo en la cual se está pasando de un estado de la cosa: las batallas como algo cerrado nacido del ghetto y que se disputa en las plazas; a otro estado: en el cual se llega a lo abierto del mercado del entretenimiento, se hace en grandes estadios y se difunde vertiginosamente.
Epílogo: apocalípticos e integrados
Las dos primeras jornadas de la God Level mundial por equipos trajo todo un debate sobre la noción de hip hop y las batallas. Si después de la primera se hablaba de la pérdida de los valores del hip hop, la programación del tiempo de la segunda (más de seis horas de transmisión) pareció ser la respuesta del movimiento, pues, los organizadores diagramaron un espectáculo en el cual las batallas quedaron en un segundo lugar, cediendo el espacio -en múltiples entremeses- a artistas de la movida. El gesto parecía recuperar el pasado. Obligar al público ansioso a reconocer al hip hop. Si la primera fecha le dio rienda suelta, la segunda los sujetaba. El hip hop es mucho más que batallas parecía decirles. El trasplante de una cultura nacida en la calle a un ámbito masivo y a las leyes del mercado supone una serie de modificaciones y conflictos. Umberto Eco, en su libro llamado “Apocalípticos e integrados” habla que en todas las épocas históricas hay sectores que se muestran con miedo al cambio, y otros, ilusionados con el mismo. Los Apocalípticos ven la catástrofe en el futuro, los integrados la utopía. Este vaivén desmedido entre la primera y la segunda fecha parecen estar trazado sobre estos polos de la discusión. La tercera pareció equilibrar esta tensión, sin embargo, si otro hubiera sido el campeón -posiblemente- el debate no hubiera terminado con un final tan feliz. Pues, las batallas se encuentran en una etapa de cambio y los parámetros se han vuelto resbaladizos. Eco diría que el cambio es inevitable, y que, hasta Platón predicaba en contra de la escritura diciendo que iba a ser la perdición de Grecia. En lo personal no sé qué decir salvo que a veces son más importantes las preguntas -y con estas los debates- que las certezas acartonadas.