El freestyle ha crecido a un ritmo tan vertiginoso en los últimos diez años que todos aquellos que guardan recuerdos de otras épocas echan la vista atrás con incredulidad y estupefacción ante el tremendo salto de calidad y exposición que ha experimentado. Ahora, unos pocos afortunados pueden vivir de algo que antes solo era un hobby, y que lo sigue siendo para muchos.
Las batallas de freestyle enganchan a todo tipo de público, pero son especialmente exitosas entre la gente joven. Cada vez son más los que disfrutan de los eventos y acuden a los parques para escuchar los ingeniosos punchlines o las trabajadas estructuras que caracterizan esta modalidad artística que algunos empiezan a entender casi como un deporte. Pero una pregunta surge de inmediato cuando se observan las listas de participantes en cualquier evento de freestyle: ¿por qué no hay mujeres?
La freestyler peruana Zakia en una batalla contra Klibre. Crédito: Red Bull Content Pool
Sin contar las excepciones obvias, como fue el caso de Rouse o Tink en Argentina, Erika2santos en España, Zakia en Perú o la legendaria MC Kim en Venezuela, son muy pocas las freestylers que han conseguido destacar realmente en el panorama, y aún menos las que consiguen mantener un buen nivel para situarse a la altura de los profesionales de más alto rango. Sin embargo, la afluencia de público femenino en las batallas siempre ha estado presente e incluso está aumentando, ¿qué falla entonces?
El origen del problema no está en los escenarios, sino en las plazas. Una mujer que se presenta a una batalla de parque sigue causando sorpresa y es un motivo de burla habitual como lo puede ser el sobrepeso o el acné. Quizás sería infantil no improvisar por miedo a los insultos, porque casi todos los argumentos que se entienden dentro del contexto de una batalla son válidos, pero para las chicas suele ser un hándicap que se las infravalore o se las juzgue de una manera distinta solo por el hecho de ser mujer.
La freestyler Alexi participando en una batalla callejera. PH: Gxxneratixn
Todos tenemos nuestro sitio dentro de la cultura hip hop. Es precisamente uno de los pilares que lo definen. Así como hace cincuenta años era raro ver doctoras, y aún sigue siendo un tanto extraño encontrar ingenieras, una freestyler es algo que se sale de lo común. La comunidad necesita apoyar a las pocas chicas que se están atreviendo a improvisar y, si se van a realizar críticas, debe ser siempre de manera constructiva. Este pensamiento además se debería aplicar en un plano general, porque el freestyle está pidiendo a gritos que se recupere ese respeto que ha caracterizado siempre a los raperos. No destruyamos el edificio que tantos años nos ha costado levantar hasta tan alto.
Artículo redactado por Ana Cantero, miembro de la Urban Roosters Army.